¡SILENCIO (O NO)! SE RUEDA (O NO)
Es tradicional, y hasta cierto punto razonable, el comentario pseudo-cinéfio “A Marlon Brando no se le entiende” O a Mario Casas, por usar dos nombres que le vienen a uno a la cabeza cuando piensa en actores “a los que no se entiende nada cuando hablan”. Es cierto que ninguno de los dos es un especialista de la vocalización, pero al menos en sus respectivas carreras siempre han trabajado o trabajaron con equipos de sonido profesionales.
Me sorprende (y, en cierto sentido, ilusiona) ver cómo el cortometrajista de hoy tiene a su disposición todo tipo de tecnologías avanzadas para filmar sin ningún tipo de presupuesto (cámaras de bolsillo, o simplemente móviles, que filman en 4K, aplicaciones de edición que puedes usar en un portátil, etc). Pero, cuando se trata de grabar sonido, se lo encargamos al primo de la vecina del 4o, o al que venía al rodaje con resaca, u optamos por usar el sonido directo que no nos hemos molestado en configurar en la cámara. Si tenemos en el rodaje a actores con la dicción de Brando o Casas, es una tormenta perfecta que garantiza que nuestro cortometraje... no lo entenderá nadie.
La culpa, claro está, no es solo de los cortometrajistas en absoluto. Mientras que es perfectamente posible encontrar todo tipo de talleres exprés que te enseñan los rudimentos de un rodaje, o cómo empezar a comprender la base de la fotografía para cine, o cuáles son los conceptos básicos del montaje y cómo empezar a usar las aplicaciones de edición más profesionales en unas pocas semanas o meses, los cursos equivalentes de sonido siempre son largos (de 1 año lectivo no baja) o directamente inexistentes.
Cuando se trata de cortometrajear, el sonido le importa a muy poca gente. Y olvidamos que aunque trabajemos con actores con la dicción impecable de John Gielgud y su Oxford English, si el sonido es secundario en el equipo de rodaje, a él tampoco se le entenderá.
Víctor M. Muñóz
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